Alumnos con dificultades de aprendizaje, con trastorno de aprendizaje especificado o no, con problemas de escritura o de matemáticas, con déficit lingüístico lector o comprensivo…Cada vez existen más trastornos aplicados y focalizados en el mundo educativo y que atañen a multitud de prepúberes. Diagnósticos clínicos o psicopedagógicos que cuestionan la capacidad y la competencia del niño en una determinada área y que se originan en la esfera individual sin tener en cuenta otros factores contextuales. Por supuesto que existen lagunas curriculares o déficits de conocimientos previos o de base que entorpecen el progreso y el rendimiento educativo. Que promueven el estancamiento en un curso escolar y reclaman el apoyo de refuerzos pedagógicos y la necesidad de soportes de pedagogía terapéutica por ejemplo. En el mejor de los casos el dilema académico del niño puede terminar en una repetición ordinaria si no se han consolidado los conocimientos curriculares del curso .En el peor de los casos, el infante puede ser diagnosticado de déficit de atención y algún trastorno de conducta adicional e iniciar tratamiento farmacológico de turno (metilfenidato o anfetaminas). No hace falta tomar en consideración si existen problemas parentales, si han habido cambios de centros escolares, si se han producido continuos canjes residenciales de hogar, si existe un marcado absentismo escolar, o si hay una situación social y económica familiar desfavorecida. Tampoco vamos a indagar si la metodología de enseñanza es la más adecuada, si el profesorado no sabe motivar al alumnado, no se innova con otros recursos tecnológicos, no se implementan formas de trabajar cooperativas o no se contempla un trabajo en formato «proyecto de investigación»…Asimismo el Orientador puede no ofrecer los recursos o itinerarios ajustados al perfil del estudiante (y con este comentario me incluyo a mí también).
A veces nos resulta cómodo hablar de dificultades de aprendizaje. De trastornos de atención o impulsividad centrados en el niño. Sabemos que recaen sobre el alumno. Y el resto de personas que interactuamos en el contexto escolar quedamos exentas, la mayoría de las veces, de responsabilidad. Me gusta el término de RSC (Responsabilidad Social Corporativa) que muchas asociaciones toman prestado para etiquetarse. Podría ser interesante que la responsabilidad escolar del aprendiz fuera también social. El alumno es el principal protagonista de su historia de aprendizaje. Es cierto. Y que ha de demostrar un interés por aprender. También es palpable que la historia del aprendizaje no tiene sentido sin la historia de la enseñanza, sin la colaboración familiar, sin la participación de medios sociales o incluso sin la ayuda de recursos tecnológicos.
Nos pasamos la vida tomando decisiones y eligiendo continuamente.
¿Qué estamos dispuestos a escoger?
¿Se lo preguntamos a ellos?