El pasado 10 de Septiembre fue el Día Mundial para la prevención del suicidio. Una extensa plaga silenciosa (acallada obviamente por los medios) que escupe una cifra de muertes superior a los accidentes de tráfico…
Si no, vean:
-En España cada dos horas y media se suicida una persona.
-O lo que es lo mismo: diez personas se suicidan al día.
Estos espeluznantes números de personas que acaban con sus vidas de forma intencionada no es algo baladí. Estamos hablando de un colectivo mayoritariamente masculino y que se produce entre los 40 y 59 años de edad. Para más inri, el riesgo de suicidio aumenta con la edad y, es a partir de los 79 años dónde reside la mayor tasa de óbitos.No olvidemos que vivimos en un país con un envejecimiento masivo, dónde un sector importante de personas mayores viven en residencias o situaciones de dependencia o en soledad. Dónde hay una prevalencia de «enfermedades mentales» y orgánicas asociadas a la vejez- tanto la tercera edad como la cuarta edad- y, tristemente vinculados a estos factores existe un incremento de consumo de medicamentos. Fármacos usados para aliviar «que no curar» ciertas dolencias físicas (hipertensión, diabetes, colesterol, dolores..) y psicofármacos utilizados para aligerar otros desajustes psíquicos (depresiones, ansiedades…).
De lo que nadie habla es de los efectos perjudiciales de estos psicofármacos. Concretamente y además recogido en el DSM-V Efectos inducidos por psicofármacos…Y que originan pensamientos suicidas, desazón, depresión, labilidad emocional, brotes psicóticos, desorientación…
¿Queremos sensibilizarnos con el problema?
Hagamos un estudio exhaustivo de las personas que se suicidan. Una anámnesis que recoja su historia de vida. Qué hizo, cómo se encuentra ahora, cómo y dónde vive, si se siente solo o acompañado, que sufrimientos o quejas posee, que diagnósticos tiene y por supuesto qué tipo de psicofármacos está ingiriendo…
Hay un dato todavía más terrorífico: el suicidio es la segunda causa principal de defunción en el grupo de 15 a 29 años.
Está claro que algo no estamos haciendo bien. Este sistema está pervertido. Cada vez observo más en las aulas de ESO y de F.P niños y adolescentes con diagnósticos varios: TDAH, Trastorno Bipolar, Trastorno del Espectro Autista, Trastorno por esquizofrenia, Trastorno Obsesivo Compulsivo…
Por supuesto, todos acompañados de medicación: estimulantes del S.N.C, estabilizadores del estado de ánimo, antiepilépticos, antipsicóticos…
De verdad, ¿alguien piensa en la generación futura que estamos generando?