Si esta noticia se emitiera en TV o se lanzara en periódicos seguramente provocaría pánico. No solo eso, también incredulidad y risas. Si cambiamos el virus zombi por «trastorno mental», a lo mejor nuestra perspectiva cambia. Personalmente me suscita más pavor que el mencionado virus.
Estar contagiado por el virus zombi en la mítica serie The Walking Dead y el fabuloso capítulo del CDC (Centro para el control de enfermedades de Atlanta): implica estar dominados por el sistema límbico y ceñirnos a comer y movernos.
Estar «infectado» por un «trastorno o enfermedad mental» significa que el lenguaje que nos sirve de herramienta comunicativa también funciona como arma letal.
Según:
- la APA (Asociación Americana de Psiquiatría) el 20% de los jóvenes sufre algún trastorno mental.
- la SEP (Sociedad Española de Psiquiatría) el 75% de las «enfermedades mentales» se desarrollan antes de los 25 años y uno de cada dos jóvenes sufrirá algún trastorno mental antes de llegar a la edad adulta.
- FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción) y las respuestas expresadas en una encuesta cerrada y digital, casi el 30% de los jóvenes ha padecido o la menos lo cree, algún tipo de problema de salud mental.
Las personas en nuestro acontecer de la vida sentimos agitaciones, inquietudes, inhibiciones, preocupaciones, tristeza, problemas de concentración, dificultades de sueño, albergamos sentimientos de fracaso, tenemos falta o exceso de apetito…Estas ideas pueden manifestarse como declaraciones lingüísticas habituales o pueden etiquetarse como testimonios lingüísticos patológicos entrando a formar parte de una nosología psiquiátrica.
De nosotros depende la elección.
De nosotros depende la libertad de información.
De nosotros depende salvar nuestra propia identidad.
La persona infectada por el virus zombi se encontraba dominada por el sistema límbico primitivo que la conducía a instintos básicos.
Como apunta Goleman, las personas poseemos imaginación y creatividad y esto nos permite inventar un mundo donde uno de cada cuatro jóvenes padezca algún «trastorno» o soñar un mundo lleno de obstáculos y ambrosías que nos pertenezca enteramente como humanos que somos.