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Mi hijo se droga para ir al IES

ANFETAMINA PARA LAS CLASES

Seguramente si escucháramos a una madre decir esta frase nos escandalizaríamos de inmediato, ya que la palabra droga conlleva un cariz de sustancia estupefaciente, de ilegalidad y de adicción. Sin embargo, si afirmamos que nuestros hijos se toman por las mañanas un medicamento para iniciar su jornada escolar ya sea en el colegio o en el IES, no saltaría la voz de alarma y la afirmación quedaría normalizada y aceptada.

Hemos interiorizado la creencia o mejor dicho, nos han hecho creer que los fármacos, los medicamentos o los psicofármacos son sustancias prescritas –drogas legales– que alteran el funcionamiento de nuestra conducta y nuestra psique para provocar unos efectos beneficiosos y reportarnos más salud y bienestar. Y en el caso concreto de las recetas psiquiátricas que se prescriben a los niños y adolescentes de forma continua, generalizada y profusa, se ha mercantilizado la idea de que son aptas, seguras, probadas y eficaces para nuestros púberes sin emitir vacilación ninguna.

Hemos asimilado un lenguaje y un vocabulario médico-farmacéutico oportunista que nos regala los oídos diciéndonos que -metilfenidato, anfetamina, antipsicótico, antidepresivo y benzodiacepina- pertenecen a una gama de pociones dispuestas lícitamente donde no hay nada que objetar. Pero la realidad siempre supera a la ficción y el metilfenidato (Rubifén, Medikinet, Concerta) o la anfetamina (Elvanse) ordenadas para el TDAH son estimulantes del Sistema Nervioso Central similares a los efectos producidos por la cocaína. Así lo establece el gobierno español en el Convenio de Sustancias Psicotrópicas firmado en Viena en 1971 y que engloba a la anfetamina y al metilfenidato en la lista II. El artículo 2. 4 dictamina el alcance de fiscalización de las sustancias donde media también la OMS.

«Si la Organización Mundial de la Salud comprueba que la sustancia puede producir:

Un estado de dependencia y estimulación o depresión del sistema nervioso central que tengan como resultado alucinaciones o trastornos de la función motora, o del juicio, o del comportamiento, o de la percepción o del estado de ánimo o un uso indebido análogo y efectos nocivos a los de una sustancia de la Lista I, II, III o IV.

Y que hay pruebas suficientes de que la sustancia es o puede ser objeto de un uso indebido tal que constituya un problema sanitario y social que justifique la fiscalización internacional de la sustancia, la OMS comunicará a la comisión un dictamen de la sustancia, incluido el alcance o probabilidad de uso indebido, el grado de la gravedad del problema sanitario y social…»

¿Por qué no se denuncia que existe una medicalización y un grave problema sanitario y social?

¿Por qué no expresamos claramente que nuestras generaciones de jóvenes están drogándose con estimulantes y estupefacientes perseguidos por la fiscalización internacional y catalogadas como drogas de abuso?

¿Por qué estas drogas son aceptadas socialmente, asimiladas dentro de los centros educativos, pautadas desde Salud Mental -alias Psiquiatría- e ingeridas por miles de niños y jóvenes diariamente?

¿Por qué vivimos en una sociedad tan hipócrita que juega a los eufemismos, al engaño de los ciudadanos con falsa información y al negocio fraudulento de la salud mental a costa de dopar a nuestros jóvenes?

Porque los ciudadanos más que nunca debemos exigir que se respeten nuestros derechos, exigir un consentimiento libre, informado y por escritoLey de Autonomía del Paciente 41/2002– descrito en el artículo 8 dónde el facultativo describa los efectos adversos de dichas drogas, los estudios probados y efectivos sobre su seguridad y eficacia en niños y jóvenes, consecuencias de la adicción de dichas drogas, efectos a largo plazo y, ofrecer tratamientos alternativos a las drogas psiquiátricas.