¿Tendrá razón Bruno Patino al escribir tan interesante tratado sobre la «civilización de la memoria de pez»?
La memoria, esa capacidad ejecutiva tan laureada tiempos atrás en clases repletas de alumnado recitando poesías, tablas de multiplicar, tiempos verbales, fórmulas matemáticas…ha quedado denostada. En los tiempos actuales cada vez resulta más arduo memorizar textos, imágenes, conceptos, fechas, notas, resúmenes, mapas, subrayados, apuntes…Y la realidad es simple. Gano más memoria, trabajándola. Consigo más habilidad con el balón, entrenando. Mejoro mi expresión escrita, escribiendo. Perfecciono mi comprensión lectora, leyendo. Y ¿de qué depende mi progreso en dichas habilidades ? De muchos factores, por supuesto, si el objetivo fuera realizar una evaluación compleja de la situación. De momento, analizaré una variable fundamental en dicha adquisición de la competencia memorística -que es la que nos ocupa- en esta reflexión: el tiempo invertido.
Cronos según la mitología griega. Saturno para los romanos. Tiempo para nosotros los mortales. Que como seres finitos que somos, hasta hemos sido «la envidia de algunos dioses…». Es el don más preciado que poseemos y las grandes compañías tecnológicas lo saben muy bien. Hasta el punto de que los máximos y pingües beneficios que ellas consiguen dependen del tiempo que pasamos pegados a las pantallas boqueando como los peces-persona que muestra la imagen. Todo está planificado, organizado y confeccionado para que resulte cada vez más difícil despegarnos de la pantalla del móvil. Siempre habrá contenido que consultar, notificaciones que ver, alertas que averiguar, emails que visitar, reels que ojear, vídeos que indagar, whatsapp que responder o tiks-toks que explorar… «Hasta el infinito y más allá» es una célebre frase famosa de la película Toy Story que el personaje Buzz Lightyear reiteraba a lo largo del fascinante film de animación. Existe otra técnica que nos «pega» a las mismísimas entrañas del hijo de Urano y capta toda nuestra atención como si de una droga se tratase: el scroll infinito.
¿Cómo vamos a memorizar texto -escrito u oral- si la dispersión nos acompaña todo el máximo tiempo posible? Es una lucha continua del ser humano contra la máquina, de la voluntad contra la fruición y del esfuerzo contra el placer...Es el combate de un cuerpo arrastrado por el relax del sofá o de la cama, con la pupila reflejando luces de arco iris y, un cuerpo ubicado en su silla frente a una mesa con codos y flexo de escritorio. Los gestos corporales importan y la postura receptiva que adopte nuestro sistema osteomuscular será clave para decidir que vía optamos. Aquello evidente es que la reflexión del texto, el cuestionamiento con preguntas, la escritura de conceptos , el contraste de juicios, el pensamiento crítico, el análisis de ideas, la reiteración de dicha información -ya sea escrita u oral- para fijarla y memorizarla, inclusive el uso de reglas mnemotécnicas, exige tiempo. La memoria se alimenta de tiempo invertido en recordar aquello mejor comprendido, lo que más sinapsis neuronales ha generado y finalmente extraer dichos datos sin mucha dificultad, apoyo o muleta. Pruebas de memoria se siguen exigiendo en los exámenes EBAU, en el concurso de acceso a la función pública, en la obtención de licencias para conducir o en unas pruebas MIR…
Pero no es menos cierto, que lejos de la oficialidad de una oposición la persona en su rutina diaria y en el establecimiento de hábitos cotidianos se nutre también de memoria y la requiere para un funcionamiento óptimo. Si reducimos los textos para leer -los estudios confirman este decrecimiento en los libros-, si escribimos cada vez menos disminuyendo la autorreflexión, si cambiamos el foco de nuestra atención cada vez más y si nos descentralizamos sin cesar, lograremos ser menos visibles para nosotros mismos y para el prójimo. Conquistaremos más espacios tecnológicos y ficticios pero dejando poca huella y exigua reminiscencia. ¿Nos borraremos al final como «el curioso caso de Benjamin Button»? ¿La fusión del hombre y la máquina será la panacea? O ¿tal vez aumentarán vertiginosamente los «trastornos mentales de disociación»?
No hay que preocuparse. Ya lo hacen las grandes compañías por nosotros y por nuestro bien. Siempre habrá disponibilidad para algún psicofármaco, complejo vitamínico o sustancia psicoactiva que nos devuelva a la realidad. O no.