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¿Diversidad? Si no piensas como yo te cancelo.

¿Puedo decir lo que pienso? Por supuesto. Si es políticamente correcto sí.

¿Y quien o quiénes establecen lo qué es «políticamente correcto»? Nunca habíamos llegado a cuestionarnos la palabra libertad tanto como en el contexto actual. Creíamos vernos en una sociedad avanzada, democrática, justa e igualitaria, libre y, sin embargo nos encontramos indefensos ante el gran Leviatán, una super máquina burocratizada, que pare leyes, decretos y resoluciones todos los días y que nos ahoga cada vez más…Y no solamente preocupa la vorágine de normas y protocolos que nos inundan por doquier sino la propaganda ideológica que se ha filtrado por todos los rincones y que se cierne en nuestro pensamiento, actitud o respuesta que queramos emitir. Y evidentemente, si nuestros pensamientos son condicionados al más puro estilo skinneriano (eso sí, la caja de las palomas no la vemos), las conductas que emerjan de nosotros también lo serán. ¿Podremos ser conscientes de esta maniobra tan bien orquestada con este «neuromarketing» que nos domina? A veces resulta complicado. En otras ocasiones resulta cómodo vivir así. Hemos otorgado a tantas cosas la etiqueta de la evidencia sin pedir explicaciones…¿Para qué? ¿Vamos a atrevernos a cuestionar la realidad en la que vivimos? Al más puro estilo » El show de Truman» asistimos a una ficción constante porque estamos perdiendo la lógica y el sentido común. Ya no sabemos distinguir la existencia de la imaginación.

Pongamos un ejemplo. Finjamos que convencemos a la población de que no existe el hombre y la mujer. Vamos a invertir tiempo y dinero en difundir que lo masculino y femenino nos define. Que la fluidez del género basada en las categorías ideológicas masculino y femenino, constituyen la base antropológica de nuestra identidad. Vamos a dejarnos sentir y olvidar pensar. Y si alguien difiere de esta perspectiva, será una persona autoritaria y sin escrúpulos incapaz de mostrar tolerancia y aceptación de la diversidad.

Si comienzo a desconectar de mi cuerpo. Si no acepto y reconozco mis atributos sexuales. Aquellos que biológicamente he heredado y poseo. Aquellos que validan que sea un hombre o una mujer y me dejo embaucar por esta adulteración del lenguaje…Creceré débil, vulnerable y confuso. Preocupándome más de fluir y sentir, que de pensar y cuestionar. Demasiada inteligencia emocional, excesiva formación en habilidades y conceptos emocionales que nos han llevado a dominar el vocabulario del autoconcepto y la autoestima. La psicología positiva nos ha colmado de sensaciones y sentimientos. Buscamos el core core en las redes porque así fluimos mejor.

Y el resultado es una dependencia emocional y una fragilidad tan inmensas que nos deshumaniza a velocidad de vértigo. Y lo más terrible es la esclavitud a la que nos conduce. Los librepensadores son una especie en extinción.