De la ciencia a la mafiaciencia
En esta situación tan bizarra que estamos viviendo y que se posterga desde hace más de año y medio, oímos a la gente decir que cree en la ciencia. Muchos son los que hablando del tema estrella covidiano y su antídoto para la supuesta cura, conciben a la ciencia como un ente supremo y una autoridad endiosada que todo lo salva…
Frases como: creo en la ciencia, en la autoridad científica, en la evidencia científica, en las instituciones científicas, en las autoridades sanitarias, en los hospitales, en los profesionales sanitarios, en la O.M.S…forman parte de nuestra jerga popular actualmente. Amén.
Dichas palabras se han convertido en mantras que rezuman por doquier entre las conversaciones de los ciudadanos, en los medios de comunicación o en redes sociales. Todo el mundo piensa que la ciencia detrás de la vacuna o las investigaciones científicas del COVID y sus variantes -que no dejan de procrearse-, se sostiene en un colchón lleno de estudios y metaanálisis, ensayos clínicos, pruebas y métodos de investigación, experimentos en centros, hospitales o universidades. Nada más lejos de la realidad que como buen constructo social que es, nos muestra su lado oscuro y espurio en forma de una OMS, una EMA , una AEMPS, una COM o unas sociedades científicas corrompidas de raíz.
Organismos que promocionan la vacuna como fármaco prometedor dentro de la «emergencia sanitaria» que estamos viviendo y que urge inocular a la población mayor de 12 años porque existe «evidencia científica« de que estas «vacunas son seguras y eficaces».
En primer lugar, la EMA (Agencia Europea del Medicamento) ha sometido a las «vacunas COVID» a una rolling review, es decir, a una evaluación continua según se van generando datos ya que dichos sueros deben cumplir unos criterios de calidad, eficacia y seguridad que a día de hoy no los cumplen todavía.
Y esto es debido a que dichos sueros tienen una autorización de comercialización condicional por la «emergencia sanitaria» que sufrimos pero que no han sido aprobados aún. Dicha autorización comercial se ha realizado por la vía rápida (menos de 150 días) y abarca 2 años de experimentación en humanos para comprobar si la «vacuna»:
-Nos protege y por cuanto tiempo, que prevención abarca, cómo afecta al sistema inmune, qué acontece en las mujeres embarazadas o qué les sucede a los niños mayores de 12 años o qué efectos adversos aparecerán en dichos cuerpos a lo largo del tiempo.
Dichos fármacos (Comirnaty/Pzifer, Janssen, Astra Zéneca, Vaxzevria/Moderna) están bajo un intenso control de monitorización porque no gozan aún de evidencia científica, ni de seguridad ni de una evaluación de riesgos/beneficios para la salud. Han sido autorizados para su comercialización pero no aprobados.
En consecuencia, somos cobayas de un experimento científico a gran escala que supone un riesgo para la salud pública.
Dicho esto, cuando unos padres de un menor no muestren acuerdo en vacunar o no vacunar a su vástago, será la «ciencia» la que emitirá el veredicto de si procede o no procede…abandonándonos a la miseria humana y a la desposesión de nuestra dignidad.
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